ACERCA DE LA EDAD MEDIA

Durante el declive de la civilización grecorromana, los filósofos occidentales abandonaron la investigación científica de la naturaleza y la búsqueda de la felicidad en el mundo y se preocuparon por el problema de la salvación en otro mundo mejor.

Hacia el siglo III, el cristianismo se había extendido a las clases más cultas del Imperio romano.
Este período se caracterizó por la estrecha relación entre el ser humano y la tierra. El ser humano era un elemento más de la Creación. La tierra era el elemento primordial
La Edad Media del latín “medium aevum”, quiere decir "la edad intermedia“, cubrió el período comprendido aproximadamente entre los siglos V y finales del XV.

En muchos aspectos, los tiempos medievales parecen remotos y misteriosos, sin embargo, las ciudades, los Estados, los parlamentos, los sistemas bancarios y las universidades europeas tienen sus raíces en esa época.

En la mayor parte de la Europa medieval, la sociedad se organizó en un sistema "feudal", sistema que abarcó desde la cúspide hasta las clases inferiores de la sociedad.

Un noble se comprometía a ser vasallo (servidor del rey) en una ceremonia específica, el acto de homenaje, en el que, arrodillado ante el rey, le juraba fidelidad.

Los grandes nobles solían repartir las tierras entre los nobles inferiores, o caballeros, que se convertían en vasallos suyos.

Esta era una época de misticismo, devoción y grandes ideales. Sin embargo en forma paralela, encontramos ignorancia, ceguera, muerte, desolación y toda clase de odios injustificados e hipócritas.
Desde esta mirada, la situación de la mujer no era de las mejores.

El discurso oficial de la Iglesia sobre el papel de la mujer durante la Edad Media exaltaba La virginidad y valoraba la renuncia al matrimonio carnal para enlazarse con Dios a través del ingreso en un convento.

Un buen número de mujeres ingresaron en conventos como válvula de escape, alejándose así de matrimonios impuestos o de regresos indeseados a núcleos familiares tras enviudar.

Si embargo, no todas las mujeres que entraban en el convento lo hacían por vocación. Un buen número de jóvenes eran donadas a los conventos por sus padres en los testamentos al tiempo que numerosas viudas los escogían como retiro. Esto motivaría cierto libertinaje en algunos conventos, convirtiéndose en focos de vida licenciosa.

Algunas mujeres medievales no se conformaban con la religión tradicional y buscaban nuevos caminos como el misticismo. Las místicas buscan la fusión con la Divinidad a través de la negación de su propia voluntad.

Las nuevas experiencias espirituales llevaron a un buen número de mujeres a abrazar ciertas “herejías” medievales tales como la posibilidad de alcanzar la perfección o la igualdad ante el hombre. Libertad de expresión que rompía con la rigidez de la Iglesia ortodoxa y que llevará a numerosas mujeres a la hoguera víctimas de La Inquisición.
En los conventos las monjas recibían una educación bastante completa que incluiría latín y griego. En el siglo XIII, habían escuelas donde recibían la educación primaria, consistente en saber leer, contar y escribir. Si deseaban continuar sus estudios debían recibir clases particulares ya que para acceder el grado superior se requería ser clérigo, lo que estaba prohibido a la mujer.

Luego de siglos de lucha por parte de la iglesia sólo en el siglo XII el matrimonio se impuso como sacramento. El matrimonio supuso importantes mejoras para la mujer, especialmente al prohibirse el divorcio y la repudiación, al tiempo que se necesitaba el consentimiento de la interesada para llevarse a cabo.

De esta manera se consigue un cierto papel de igualdad respecto al varón. La dote matrimonial introduce un curioso elemento económico en el matrimonio ya que según el derecho romano la mujer nunca forma parte de la familia del marido sino de su padre, por lo que éste debe aportar a su hija una dote importante con la que "mantenerse".

El derecho germánico establecía que era el marido quien debía dar la "morgenbabe" a la esposa. Tanto uno como otro serán los bienes que la esposa tenga, bienes que el marido administra.



La mayoría de las familias medievales no tuvo problemas a este respecto ya que no podía dar a sus hijas o esposas ni dote ni arras pero en las clases altas sí constituyó algunos conflictos.
Resultaba curioso contemplar como una joven viuda era rescatada por su propia familia para establecer, con ella y su dote, una nueva alianza con otra familia. De acuerdo a esto, la mujer no dejaba de ser un mero objeto de intercambio para aumentar las relaciones sociales y económicas de los miembros del patriarcado.

En Valencia, la familia de la mujer solía reclamar al marido la dote si no había descendencia. Mientras viva, el marido está considerado el administrador de los bienes de la esposa. Al enviudar la mujer consigue su propia autonomía, recibiendo a menudo la tutela de los hijos menores, la libertad para volver a casarse sin consentimiento paterno y poder administrar sus bienes.

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